¿Alguna vez te has imaginado un mundo sin agua? Yo no, tal vez por haber tenido la oportunidad de crecer en un país “tan líquido”, en el que de niño me deleitaba jugando bajo la lluvia. En esos años aprendí a vivir con nueve o 10 meses de lluvia constante y supe que un capote o un paraguas debían permanecer en la maleta escolar.

Aquellos días eran tan frescos que un acondicionador de aire en casa, en los automóviles o las tiendas no era prioridad, se podía caminar sin temor al daño de los rayos solares. Hoy no… todo cambió.

Tal vez, por esos buenos recuerdos que me dejó esa época, no logro hacer la transición de pensar qué sería de nuestro país sin lluvias constantes. ¿Qué pasaría si la fuente que alimenta nuestro sistema hídrico siguiera cambiando, y los patrones de lluvia, a los que estaba acostumbrado, continuaran afectados por algo llamado “variabilidad climática”? ¿Qué ocurriría, al final, si continuáramos con el despilfarro de este recurso natural o si seguimos nuestro comportamiento devastador de contaminación de nuestros ríos y mares?

Cuando pienso en esto, todo en conjunto, no puedo dejar de lado que hacer la transición es necesario e imperante. La creatividad que encierra el cerebro humano y la realidad que se está escribiendo justo frente a nosotros, dibujan un horizonte apocalíptico sobre el cual tenemos que tomar decisiones hoy para garantizar la sobrevivencia del mañana.

Un país desértico en el que alguna vez hubo alegría, esperanza y muchos recursos naturales, es lo que se avecina si cada uno de nosotros no toma conciencia sobre lo que significa ahorrar y proteger el ambiente, sumado a la puesta en marcha de acciones concretas cuanto antes.

Debemos ser conscientes de que el agua no solo es un recurso vital para la humanidad, sino que también es motor económico e industrial para Panamá, ya que es usada en innumerables actividades que impulsan la economía de la nación.