El acceso al agua para su potabilización y despacho a la población se ha convertido, no solo en un problema ambiental, sino político, social y económico. A esto se suma la crisis climática mundial que hace repensar a las naciones sobre la forma en la que se dispone y administra el agua para consumo humano. En un país como el nuestro, donde estamos acostumbrados a un régimen de lluvias benevolente, damos por sentado que este recurso es ilimitado o, que al menos, a nosotros no nos “tocará” racionalizar el agua.
Para tener una perspectiva integral, El Faro conversó con el sociólogo Danilo Toro, a quien vemos con frecuencia en programas televisivos donde emite su opinión con respecto a temas de realidad nacional.
Toro abordó el concepto de gratuidad del agua, responsabilidad colectiva y un sistema que asegure de forma justa y equitativa el acceso y distribución del agua.
¿Cómo cree usted que surge el concepto de la gratuidad del agua en el área metropolitana?
Con la entrada del Canal a la vida panameña, se implantó un poder político, económico y social que trajo un concepto sobre la disponibilidad de agua: la producción de agua potable estaba a cargo de la Compañía del Canal de Panamá (PCC, por sus siglas en inglés) para el enclave colonial, que en realidad fue el primer Estado socialista del mundo, mucho antes de la Unión Soviética.
Ningún ciudadano que vivía en la Zona del Canal era propietario de la tierra donde vivía y no se pagaba por servicios públicos, ya que todo lo costeaba el gobierno de la Zona del Canal. Esa producción gratuita del agua no solo satisfizo la necesidad de las personas que vivían en la Zona, sino también, de las que habitaban en las ciudades de Panamá y Colón. Entonces, el agua potable gratuita fue un concepto social y, por lo tanto, la gente se acostumbró a usarla a su antojo. Eso causó efectos que a la larga no nos hizo bien.
¿Hemos dado por sentado una ventaja competitiva con respecto al tema del agua?
Panamá es un país especial. Veámoslo desde el punto de vista de los recursos disponibles: agua, en este caso. Para todo el mundo, el agua es importante: consumo humano, producción de alimentos, actividades económicas industriales, entre otros. Pero resulta que el agua en Panamá es materia prima para un negocio especial y no nos hemos culturizado para respetar eso: Además de que el agua tiene el mismo valor que para cualquier otro pueblo, para nosotros tiene una carga valorativa adicional, como lo es el oro y el cobre, que son materias primas; el agua es un negocio para Panamá. Nuestro riesgo es que lleguemos a un punto de
despilfarro que atentemos contra lo más valioso que podamos tener, que es nuestro tiempo de existencia y nuestras condiciones de vida. No se trata de ver el agua como un negocio, sino que se trata de verla como el negocio de nosotros.
El Canal ha iniciado los estudios que definirán los proyectos hídricos a fin de asegurar el agua para sus operaciones y para la población.
¿Cuál es su lectura de este hecho?
Esta filosofía de preservación y mantenimiento tiene que permear a escala nacional. No solo desde el punto de vista técnico y económico, sino desde el punto de vista sociológico y cultural. Es decir, la valoración social que tenemos sobre el agua no puede ni debe enmarcarse a la preservación solamente de las fuentes hidrográficas del Canal. Cuando pensamos en Panamá, debemos pensar desde el Tuira [río entre Darién y la comarca Emberá-Wounaan] hasta el Sixaola [río entre Panamá y Costa Rica]. Esta conciencia social se tiene que generalizar a escala nacional; de lo contrario, vamos a cometer el mismo error que cuando estaba la presencia estadounidense en Panamá, que había panameños que se comportaban de manera ejemplar cuando estaban en la Zona, pero apenas regresaban a Panamá, no. Entonces, tenemos que homogenizar la cultura de respeto al costo y valoración del agua, allí donde ella esté.
¿Quién es el responsable del uso y conservación del recurso hídrico en Panamá?
Tú y yo, y todos. Esa es conducta de responsabilidad individual. Ojalá algún día se legisle con el suficiente criterio y lucidez para atender ese estricto ámbito de conducta del individuo. Pero también, está la responsabilidad social, que por obligación, la tiene que custodiar y mantener el Estado a través de sus instituciones. El Estado tiene que garantizar que se cumpla con aquellas cosas que aseguren el beneficio de los ciudadanos. Entonces, debemos tener la inteligencia mínima para contar con un Estado que sepa administrar y preservar los recursos, incluyendo el agua. Allí está el secreto de un desarrollo sostenible.
¿Qué hace falta para que, como sociedad, empecemos a valorar más el agua potable?
Que entendamos que las cosas tienen un costo. Los costos sociales también hay que pagarlos. Lo peor que podemos pensar es que, como algo es del Estado, no lo paga nadie y debe ser gratis. Eso es lo más engañoso que se puede plantear, porque en realidad, no es gratis, cada uno tiene que pagarla. Se debe entender también que, si bien es cierto, tenemos esa disponibilidad de agua en Panamá, esta compite con nuestra cultura de despilfarro y contaminación, porque encima de que no invertimos adecuadamente, adquirimos malos hábitos y actitudes que degradan el ambiente.
Las reflexiones de Toro nos reiteran grandes enseñanzas: necesitamos mitigar los efectos del cambio climático y ello implica la adopción de hábitos más responsables con el ambiente y el agua; pero también adaptarnos para enfrentar los retos futuros, y en este punto será primordial la toma de decisiones oportunas que nos permitan contar con la infraestructura para optimizar el almacenamiento y administración de este importante recurso, para beneficio de todos.