El Canal ampliado abrió sus esclusas al comercio del mundo el 26 de junio de 2016. El proyecto del tercer juego de esclusas fue una decisión tomada mediante un referéndum nacional, tal como lo indica el Título Constitucional del Canal de Panamá.
Mantengo una relación profesional con el Canal por más de 25 años. Me declaro un especialista en temas culturales, territoriales y ambientales; con la historia y operación de la vía.
Durante la celebración del centenario del Canal estuve encargado, por parte de la entonces Vicepresidencia de Agua, Ambiente y Energía, de la coordinación de un programa público por los 100 años de producción de agua, transporte y producción de energía.
La producción de agua en el Canal de Panamá tiene una historia que requiere del conocimiento de la población del país. Para los menos conocedores sobre temas de agua y saneamiento, es importante saber que el Tratado Hay Bunau Varilla determinó entre sus cláusulas, algunos aspectos de consideración.
El instrumento permite a los estadounidenses, la responsabilidad de intervenir en las ciudades terminales del Canal. Bajo lo que estableció artículo VII del Tratado de 1904, cito: “todos los trabajos de saneamiento, recogida y desagüe de inmundicias y de distribución de agua en las ciudades de Panamá y Colón serían ejecutados por los Estados Unidos”. Estas acciones tuvieron consecuencias en mitigar los efectos de las enfermedades tropicales.
El Canal construye los sistemas de agua y saneamiento para las ciudades de Panamá y Colón. Las plantas potabilizadoras de Miraflores, en el Pacífico, y Monte Esperanza, en el Atlántico, entran en operación en los primeros años del siglo XX. En la actualidad sirven a más de la mitad de la población del país.
Monte Esperanza se inaugura en 1911, con la producción de 30 millones de litros de agua. Antes funcionó para abastecer a la población el Atlántico, el reservorio de Agua Clara y Brazos Brooks. Ambos abastecían, solo de agua filtrada, a los poblados del Atlántico.
Cuando se desarrolla las investigaciones encontramos no solo referencia del nombre, sino, además, los restos físicos del reservorio de Agua Clara. De allí deviene el nombre de las esclusas del Canal ampliado, en el Atlántico.
Cocolí, Bayano y otros nombres evocan voces africanas que aluden a los primeros esclavos traídos desde el África Occidental, en el cruel trasiego de almas que tuvo lugar en América.
Panamá, como bisagra del comercio colonial, tuvo como escenario la acogida de numerosos negros provenientes de África. Nuevamente, la voz aparece en el territorio como memoria ancestral de procesos de siglos que distinguen la herencia cultural de los panameños.
El vocablo revive con los estudios arqueológicos desarrollados por el proyecto de ampliación y antes, con la acometida de 1939. El cerro, el río y hoy, las esclusas del Canal ampliado en el Pacífico, honran una memoria ancestral y otro evento de tecnología que cambia las relaciones del mundo marítimo y que fortalece la posición geográfica de Panamá. La voz Cocolí encierra estas dimensiones y otras más.
No negamos el aporte de estadistas como Jimmy Carter y Omar Torrijos, cuyo trabajo tesonero para la firma del Tratado del Canal permiten a los panameños el beneficio de su posición geográfica. El legado de ellos estará estampado de manera indeleble en la memoria de los panameños, en procesos permanentes de educación en las escuelas y la cátedra de historia de las relaciones de Panamá y los Estados Unidos, y no en estructuras de concreto.
No se trata ahora de borrar la memoria del territorio, ni la historia ancestral de los esclavos negros, ni las razones por la cual el Canal opera y le ha dado de beber a alrededor del 50 % de la población del país. Esto viene ocurriendo hace más de 100 años lo último, y por siglos, lo primero.
Con todo el respeto que se merecen los órganos del Estado, al Legislativo y al Ejecutivo les debe revestir, por respeto a quienes los elegimos, una condición de responsabilidad que emana de formación, educación y de información para legislar. Estos tres elementos deben primar sobre la politiquería. Sus decisiones deben ser indicativos para comprender y entender los complejos procesos históricos, culturales, territoriales y la dimensión de los recursos naturales del Canal de Panamá y lo que significan en lo local y para el mundo.