El tero sureño y su batalla por la vida
En las áreas verdes del Canal de Panamá, entre el zumbido de cortadoras de césped y el paso constante de […]
En las áreas verdes del Canal de Panamá, entre el zumbido de cortadoras de césped y el paso constante de vehículos, una pequeña ave libra una gran batalla. Se trata del tero (Vanellus chilensis), un vigilante incansable del suelo que, con valentía y estrategia, protege lo más valioso: la vida que está por nacer.
Aunque su nombre sugiere un origen austral, el tero sureño también es residente en Panamá. Se le puede ver en pastizales, bordes de caminos, campos deportivos, estacionamientos y áreas verdes del Canal, donde ha aprendido a convivir con la actividad humana. Su silueta elegante, su pecho negro y su grito agudo lo hacen inconfundible.
Pero lo que realmente lo distingue es su comportamiento reproductivo, tan simple como arriesgado, ya que esta ave anida directamente en el suelo.
Durante la temporada de anidación en Panamá, que puede comenzar desde junio y extenderse hasta enero, el tero construye un nido apenas perceptible: una pequeña depresión en la tierra. Allí deposita entre dos y cuatro huevos, de colores terrosos que se camuflan perfectamente con el entorno.
Este camuflaje, que en la naturaleza es una ventaja, se convierte en una amenaza en zonas urbanizadas. En áreas como estacionamientos o zonas de corte de grama, los huevos pueden ser destruidos accidentalmente por maquinaria o pisoteados sin que nadie los note.
Padres con alas de acero
El tero no se rinde fácilmente. Cuando detecta una amenaza, lanza un grito fuerte y repetitivo, vuela en círculos sobre el intruso e incluso simula tener un ala rota para desviar la atención del nido. Ambos padres participan en la incubación (que dura unos 26 días) y en la defensa activa del territorio.
Los pichones no vuelan hasta pasadas unas seis semanas. Durante ese tiempo, los padres siguen vigilantes, enfrentando todo tipo de peligros.
¿Cómo podemos ayudar?
La conservación del tero no requiere grandes inversiones, sino pequeños gestos conscientes:
Observar: Si un tero grita insistentemente o vuela bajo, probablemente estás cerca de su nido.
Evitar cortar la grama en un radio de al menos dos metros alrededor del nido.
Colocar señalización educativa: Un simple cartel puede salvar una nidada.
Educar: Compartir la información de este artículo.
Respetar la temporada de cría: Evitar intervenciones en áreas verdes durante los meses críticos.
El Canal de Panamá no solo es una obra de ingeniería monumental, también es un corredor biológico de gran valor. La presencia del tero en sus predios es un recordatorio de que la biodiversidad convive con la infraestructura. Con pequeños gestos de respeto y conciencia podemos proteger su ciclo de vida y asegurar que nuevas generaciones de teritos sigan naciendo en libertad.