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Del escritor que ama a su país: Juan David Morgan

Juan David Morgan es de esos personajes que, con su aguda y afilada franqueza, deja un legado a través de la escritura.

Juan David Morgan es de esos personajes que, con su aguda y afilada franqueza, deja un legado a través de la escritura. Con 12 obras a su haber (una en proceso de revisión y edición), Morgan no duda en que lo suyo son las letras. Abogado de profesión formado en Panamá y los Estados Unidos, le cuenta a El Faro de su experiencia como escritor y de su afán por ver un mejor país transformado por la utópica educación a la que aspiran todos los pueblos.

Aficionado de la historia, recuerda a un desconocido que lo abordó en un parque y, luego de preguntarle si era Juan David Morgan, le dijo: “Nunca dejes de escribir novelas históricas”. El mensaje caló, sirvió para consolidarse aún más como escritor, y hoy está convencido de que su mayor aporte a la sociedad es utilizar el subgénero literario de la novela histórica para cultivar el amor por nuestra patria e identidad.

La más reciente novela de Juan David Morgan se titula “La cabeza de Balboa”. La obra retrata la rivalidad entre Pedro Arias Dávila y Vasco Núñez de Balboa.
La más reciente novela de Juan David Morgan se titula “La cabeza de Balboa”. La obra retrata la rivalidad entre Pedro Arias Dávila y Vasco Núñez de Balboa.

¿Cuándo empezó su amor por la escritura?

Desde adolescente. Tenía 14 años, me dejó mi primera novia y escribí un poema, malo ese poema [sonríe]. Además, mi casa estaba llena de libros, mis papás y mis cinco hermanos leían, así que no teníamos mejor remedio que leer. Sin embargo, a raíz de la muerte de mi padre en 1986, decidí contar su historia y la de mi madre, y escribí un relato para mis hijos y nietos. Al final, se convirtió en novela porque el escrito no tenía todos los elementos para apegarse a la realidad, y entonces rellené [con ficción] los espacios que faltaban. Así, se convirtió en una novela inspirada en la vida de mis padres, y la llamé Fugitivos del paisaje. Precisamente, la estoy reescribiendo para publicarla ahora que sé que escribo mejor, porque siento que es mi mejor historia.

La mayoría de sus novelas tienen connotaciones históricas, como la construcción del ferrocarril y del Canal. ¿Por qué se decanta por este género?

Un par de amigos y yo teníamos una tertulia todos los viernes durante el almuerzo, y decidimos hacerle un juicio a [Philippe] Bunau-Varilla. A ese juicio histórico lo llamamos El Veredicto, que más tarde publicamos y hasta se hizo una obra de teatro.

Entonces, ese juicio histórico me hizo investigar más sobre la separación de Panamá de Colombia, y me di cuenta de que no conocía bien la historia de Panamá, a pesar de haber sido un buen estudiante. Eso me motivó a escribir para que los panameños conocieran mejor su historia; pensé que, leyendo una novela histórica, se les iba a facilitar más las cosas en lugar de irse a los libros de historia.

Al tiempo, me di cuenta de que me hacía falta escribir en ficción también, y empecé a escribir novelas negras de suspenso; yo las llamo novelas grises, porque las novelas negras son violentas; las mías son psicológicas, de suspenso. Entre ellas destaco: El ocaso de los inocentes, Los susurros, La muerte de Daniel y El silencio de Gaudí.

¿Hay alguna obra suya que haga alguna crítica a nuestra sociedad?

Sí, La rebelión de los poetas. Esa es una novela que denuncia la falta de cultura en nuestro país. La basé en un cuento que había escrito hace 20 años. Le di un tono humorístico que lleva una crítica, pero también un mensaje sobre la importancia de la cultura y la educación. Y de eso se trata: tenemos que educarnos. Y para lograr el éxito en la educación, hay que cambiar el sistema, hay que sacar la política de la educación.

Los protagonistas de la educación: los maestros, profesores, padres de familia y estudiantes, son quienes tienen que dirigir la educación a través de una autoridad educativa, autónoma, similar al Canal de Panamá.

 ¿Y cómo se puede manejar el tema de la educación?

Creo que la educación debe estar adscrita al lugar donde se imparte la enseñanza. No es lo mismo la educación de unos estudiantes de la ciudad de Panamá que la educación de unos muchachos de Azuero. Uno de los grandes problemas que tiene Panamá es la migración constante del campo hacia la ciudad en busca de oportunidades.

El Canal es un imán por la zona de tránsito que atrae a las personas y estas se ubican en regiones que no tienen las condiciones para el desarrollo humano. Esto es producto de la falta de descentralización de la educación que no permite que el individuo se mantenga y desarrolle en su lugar de origen.

Debemos ir hacia un desarrollo sostenible, que la izquierda y la derecha se entiendan, que se entiendan tanto los trabajadores como los empresarios, sin la intervención del Gobierno.

Canal de Panamá y la sociedad. ¿Cómo ve usted esa fórmula?

El Canal ha sido bien visto por la población. Siempre he creído que hay un gran respeto de la comunidad en general hacia el Canal y hacia quienes lo manejan. Tengo una gran admiración por lo que ha hecho el Canal, y eso incluye a la ampliación. También, veo bien que se haya contratado a USACE (Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos) para que recomiende cómo debe ser el uso de los recursos hídricos, y luego hacer la licitación para ver quién construye la obra. Eso la gente lo va a entender y lo va a respetar. El Canal se ha convertido en una empresa comercial envidiable y muy, muy eficiente.

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