Por su carácter de tránsito, Panamá ha propiciado históricamente la interacción de diversas etnias que han enriquecido nuestra cultura.
Con el transcurso del tiempo y por múltiples circunstancias, llegaron a nuestro territorio inmigrantes en busca de un futuro próspero.
La llegada de grupos humanos de distintas partes del mundo está ligada también al anhelo de encontrar una ruta que uniera el Atlántico con el Pacífico, como es el caso del Camino de Cruces y el Camino Real, en el siglo XVI.
Más adelante, en el siglo XIX, Estados Unidos estudió la posibilidad de unir los océanos mediante un ferrocarril, como una ruta alternativa en plena fiebre del oro de California.
Desde Asia
Parte de la mano de obra para la construcción del ferrocarril transístmico fue traída desde China. Así fue como se registra la llegada de chinos a Panamá, a partir de 1852.
El acontecimiento más conocido y documentado fue la llegada de la embarcación Sea Witch, que arribó a las costas del Atlántico panameño con más de 700 trabajadores para la construcción del ferrocarril.
“En Panamá todos somos inmigrantes; en algún tiempo todos nuestros antepasados emigraron, excepto los pueblos originarios, que son realmente los habitantes del istmo”, explica Johnny Wong, jubilado del Canal y quien colabora con asociaciones de la comunidad china en Panamá.
De acuerdo con registros históricos, estos inmigrantes llegaron “principalmente del sur de China, porque ahí era de donde se embarcaban. Estaba la colonia portuguesa en Macao y la colonia inglesa en Hong Kong; y eso atraía la mano de obra del sur de China”, explicó.
“Por eso la comida que conocemos en Panamá como ‘comida china’ proviene de esa región de Cantón en China”, añade Wong.
La construcción del ferrocarril empezó con mano de obra local, pero dadas las dimensiones del proyecto, se reclutó personal en Europa y China.
Según explica Johnny Wong, agentes reclutadores “les prometían cielo y tierra y así, muchos llegaron embaucados o con contratos que no tenían intención de cumplir”.
Esta primera migración marca el inicio de la presencia china en Panamá, y con ello, el crecimiento de una comunidad que participa, desde entonces, en el desarrollo y crecimiento de nuestro país.
Después de la construcción del ferrocarril, muchos “dejaron atrás el pico y la pala y se dedicaron a hacer negocios”.
Con la construcción del canal francés volvieron a buscar personas para trabajar, pero, como explica Wong, “ya había un historial del maltrato, así que los gobernadores locales, como los de Cantón, empezaron a prohibir ir a trabajar en esta obra francesa; sin embargo, muchos emigraban a Macao, que era una colonia portuguesa; y de ahí los embarcaban a Panamá”.
El legado afroantillano
El origen de los afroantillanos en Panamá data de la época de la Corona Española.
Algunas fuentes históricas dan cuenta de la participación de un esclavo llamado Ñuflo de Olano que acompañó a Vasco Núñez de Balboa en la expedición que avistó el Mar del Sur en 1513, hecho fundamental para que Panamá se convirtiera en ruta de tránsito.
Al inicio del siglo XIX, inmigrantes de las islas del Caribe como San Andrés y Jamaica, fundaron Bocas del Toro. Hacia 1850, otro gran número de inmigrantes llegó a Panamá para la construcción del ferrocarril, por cuya obra se fundó la ciudad de Aspinwall, hoy provincia de Colón.
Una nueva ola, todavía mayor, arribó a nuestro país en la década de 1880 para la construcción del canal francés, según datos de la Sociedad de Amigos del Museo Afroantillano (SAAMAP).
De acuerdo con SAAMAP, “está registrado que bajo el control francés del proyecto del canal, 12,875 trabajadores se encontraban en las nóminas, de los cuales 10,844 eran afroantillanos británicos: 9,005 jamaicanos, 1,344 barbadenses y 495 san lucianos”.
El aporte de los afroantillanos a la construcción del Canal, ya en manos de Estados Unidos fue crucial. La Comisión del Canal Ístmico empleó entre 1904 y 1914 a 45,107 personas procedentes principalmente de las Antillas, así como de Europa y América. Durante ese período se emplearon a 31,071 afroantillanos.
Su dura labor fue vital, en medio de las inclemencias del tiempo durante largas jornadas, para la excavación del Corte Culebra y la construcción de las esclusas.
Una de las tareas primordiales de SAAMAP es la preservación del Museo Afroantillano de Panamá, en donde se guarda la memoria histórica del papel de los afroantillanos y su influencia en nuestra cultura.
De acuerdo con el presidente de SAAMAP, Arcelio Hartley, “preservar el Museo es preservar nuestra historia; es hacer que la comunidad continúe manteniéndose presente; destacar que este grupo étnico participó y tuvo una contribución real y significativa en nuestra historia. Es necesario mantenerlo para que las generaciones futuras descubran y aprecien lo que hicieron sus antepasados”.
Mano de obra española
Los primeros españoles que llegaron a suelo panameño datan, naturalmente, desde el siglo XVI en adelante. Sin embargo, en la época moderna, los españoles – entre otros europeos – dieron su aporte como mano de obra durante la construcción del Canal de Panamá.
La mayoría de los que trabajaron en esta obra procedían de Galicia. La incorporación de los españoles a la cultura panameña se hizo más palpable con la fundación de la Sociedad Española de Beneficencia en 1880.
“Después de la afroantillana, la participación española fue la más importante”, destaca Francisco Sieiro Benedetto, investigador y licenciado en Historia con un doctorado en Historia de América.
De acuerdo con registros oficiales de la época, para la construcción del Canal de Panamá, se contrataron a 8,298 españoles, “la mayoría gallegos, aunque también vinieron procedentes del País Vasco y Asturias”.
Sieiro Benedetto es autor, junto con Carolina García Borrazás, del libro Galicia en Panamá: Historia de una emigración. García Borrazás es licenciada en Ciencias de la Educación y máster en Estudios Migratorios.
Según explican los autores, “todo se produce entre 1836 y 1860, cuando cinco millones de españoles emigraron a América”. Los destinos principales fueron Argentina, Uruguay, Cuba, entre otros. Panamá era un destino poco conocido, “pero tenía mucho atractivo sobre todo cuando empezó la construcción del Canal de Panamá”.
El reclutamiento fue encargado por John F. Stevens quien envió a un reclutador que publicó una serie de anuncios en periódicos ofertando las plazas de trabajo.
“El anuncio daba todas las condiciones, sobre todo lo bien que pagarían: 20 centavos la hora y que trabajarían jornadas de ocho horas, aunque después sucedió que fueron muchas más. Se les pedía que tuvieran entre 25 y 45 años. La mayoría eran campesinos, y que trabajaron con el pico y la pala”, añade Sieiro.
“Había un trasiego migratorio importante entre España y América. Era sobre todo en barco que tenía como destino único Colón. Las salidas fueron desde Vigo, Galicia, Santander en Cantabria, de la península Ibérica. Gallegos, asturianos y vascos.
“A pesar del clima de Panamá se adaptaron bien”, destacó.
La incorporación de los españoles a la cultura panameña se hizo más palpable con la fundación de la Sociedad Española de Beneficencia en 1880.
Gracias al aporte de las distintas etnias a la cultura de nuestro país, fue posible la construcción de la vía interoceánica, por lo que su legado permanecerá invariable en el tiempo.
Por esta razón, el Canal de Panamá ha identificado algunas áreas del Centro de Observaciones de Agua Clara (COA), en Colón, para que distintos grupos descendientes de inmigrantes que deseen erigir un monumento en honor a sus antepasados, lo puedan hacer a iniciativa propia. De esta manera, se honra el legado de nuestros ancestros tanto a la cultura de Panamá como a su Canal interoceánico.
Además, se trabaja en un monumento dedicado a los trabajadores del Canal, en el área de Balboa. Este último será financiado por el Canal de Panamá.