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Una caminata por el Cerro Ancón

Una caminata por el Cerro Ancón - Canal de Panamá

El cerro Ancón es un hito destacado en la geografía urbana de ciudad de Panamá. Su nombre aparece en las primeras referencias del traslado de la ciudad, desde las cenizas del fuego en Panamá Viejo, a su nuevo sitio fundacional. Carmen Mena García en su obra: Traslado y reconstrucción de nuestros oídos al menos desde hace cinco siglos. La ciudad y su cerro tienen medio milenio de referencia.

Caminata por el Cerro Ancón - Canal de Panamá

Tomé el camino hacia la cima, desde el acceso en la comunidad de Quarry Heights. Los sábados se puede estacionar el auto en los estacionamientos del edificio de la Administración del Canal. Hace algunos meses se habilitó parte de los estacionamientos como facilidad para los visitantes del paisaje cultural y natural del cerro. Allí me sorprendió encontrar exponentes de la arquitectura de madera de los tiempos de la construcción del Canal que fueron traídas, pieza por pieza desde el antiguo poblado de Culebra- uno de los campamentos que existieron a orillas del ferrocarril- hasta el lugar de Quarry Heights. Destaca entre ellas, la que perteneció en aquellos tiempos al ingeniero jefe de la obra, George Goethals y vivienda de todos los gobernadores de la Zona del Canal hasta 1999. Luego de la transferencia del Canal, ha sido la casa de los tres panameños que han estado al frente a la administración del Canal de Panamá. Todos esos esos edificios se encuentran en las faldas del Cerro, desde hace más de cien años cuando fueron trasladados a su nuevo sitio en el año de 1912.

Son testimonios vivos de la historia de la construcción del Canal y de la temporalidad de los campamentos que fueron edificados para la construcción del Canal.

El ascenso a la cima del cerro se hace por una calzada asfaltada con un uso limitado de autos. Zapatos cómodos y una botella de agua hacen la caminata más segura y agradable. El recorrido hacia su cima -cuya pendiente no es muy empinada- toma media hora.

Posponer la caminata no provenía de una procrastinación simple, era la manifestación de un trauma. Lo primero que recuerdo es el límite de la Zona del Canal donde empezaba el cerro. Me venía a la mente: No me van dejar subir, eso allí no es Panamá. Hace 22 años que desapareció esa frontera y somos libres de conocer al cerro madre de la ciudad. Me sorprende y me duele siempre la cantidad de personas que sienten este mismo trauma y que se preguntan si se puede subir a la cima del cerro.

La gran pared de piedra que observo durante el ascenso me hace rebuscar detalles de su composición.

No sabía yo que del cerro Ancón se extrajo la piedra de basalto para la construcción de las esclusas de Miraflores y Pedro Miguel, y para el relleno donde está el edificio de la Administración del Canal. De allí el nombre de
la comunidad Quarry Heights (Altos de la Cantera en español). Tampoco sabía que en las faldas del cerro se construyó el primer hospital en tiempos de la fiebre amarilla y en el período francés, durante la construcción del Canal. Es un espacio lleno de historias maravillosas.

Subir en la mañana me dio la oportunidad de observar la enorme variedad de aves que habitan en este bosque. Vecinos cuentan que ven siempre en carrera furtiva, venados de cola blanca, y entre las copas de los árboles, simpáticos perezosos.

En mi camino me sorprendió un grupo de monos tití que saltaban de rama en rama y entre la copa de los árboles. Ellos, y una bandada de tucanes que estaban comiendo semillas de guarumo, rompieron la calma del bosque.

Quedé asombrado con la vista. La visión de 360 grados me permitió apreciar la ciudad en su evolución en varios tiempos. La ciudad moderna con sus edificios de Punta Paitilla, Calidonia y Bella Vista. La cinta costera, el Casco Antiguo y los campanarios de sus iglesias. Más allá, veo la entrada del Canal por el Pacífico, el puente de Las Américas y el edificio multicolor del Biomuseo. Por el otro, el barrio de Balboa, el ferrocarril, el puerto, las esclusas del Canal y más allá, el puente Centenario. La sensación es espectacular. Estos puntos me ayudan a entender la belleza y lo excepcional de este pedacito de mi tierra.

Detrás mío, la bandera que ondeaba me hizo recordar la lucha generacional por la recuperación de la soberanía y el Canal. La bandera marca la vigencia de los Tratados del Canal (1979) y representa la pertenencia de una tierra que hoy aporta al país 2,000 millones de balboas en ingresos directos. La vista me hace entender que este gigante verde separó en dos caras la mirada que siempre debió ser una. El cerro mira por un lado hacia la ciudad de Panamá y su bahía, por el otro, al barrio de Balboa, antigua Zona del Canal.

Luego de disfrutar de la vista panorámica y de la brisa del mar, regreso sobre mis pasos. Ahora resulta más fácil, pues vamos de bajada. En el descenso, nuevas impresiones se añaden a mis sentimientos hacia este lugar, haciéndolos más fuertes.

Mi recorrido de hoy termina en las escalinatas del edificio del Canal de Panamá, observando de frente la monumentalidad del paseo El Prado, un diseño producto del plan a perpetuidad que los estadounidenses tenían para este territorio.

Sobre esas mismas escalinatas, vuelvo a mirar hacia la cima y recuerdo los poemas de Gaspar Octavio Hernández y su Canto a la Bandera, la nostalgia de Amelia Denis de Icaza al cerro Ancón. La poesía envuelve al cerro en un sentimiento profundo y colectivo, que repite en mi cabeza sin cesar, “ya eres mío, idolatratado Ancón”.

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