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La fascinante historia de los Parques Naturales del Canal

Stanley Heckadon - La fascinante historia de los parques naturales del Canal

Antes de la transferencia del Canal, miles de hectáreas de bosque tropical en la cuenca del río Chagres se enfrentaban a un destino incierto. Al principio no estaba clara la relevancia de mantener estas tierras aparentemente vacías, pero un movimiento de conciencia ambiental entre científicos panameños y extranjeros logró demostrar que mantener la cobertura verde era la mejor decisión.

¿Qué hacer con aquellas “tierras baldías” de selva tropical que pasaban a la administración panameña? ¿Cuál era el mejor uso de ese vasto recurso? El antropólogo Stanley Heckadon Moreno, director del Laboratorio Marino de Punta Galeta del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, narra la historia de cómo se asegura la protección del cinturón verde de la vía interoceánica en beneficio de la conservación de la asombrosa biodiversidad de Panamá y sus fuentes de agua dulce.

Stanley Heckadon-Moreno, PhD, fue planificador del Ministerio de la Presidencia de Panamá en la década de 1970;
director del Instituto Nacional de Recursos Naturales Renovables (INRENARE, hoy Ministerio de Ambiente); y formó parte de los acuerdos de Coronado (1996) que lograron la creación de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) y participó en la decisión de convertir el bosque de la antigua Zona del Canal en área protegida.

¿Cuáles son los antecedentes de las áreas protegidas de la cuenca canalera?

Durante el siglo XIX y todo el periodo republicano, prevaleció la política de que la selva era para los salvajes, que era para extraer, nada más. Si había algo, se sacaba hasta que se acababa, ya fuera el caucho, la zarzaparrilla o la quinina;
y una vez que ese recurso se extraía por completo, se abandonaba y convertía la tierra en potrero. A diferencia de los pueblos originarios que ven a la selva como “la gran botica”, la cultura mestiza, latina y cristiana la veía como un enemigo, y las leyes reflejaban eso. La reforma agraria de 1963 decía que las selvas eran “tierras baldías”. Sin embargo, por el empuje de científicos como Erich Graetz fundador de la escuela de biología de la Universidad de Panamá, Pedro Galindo del Laboratorio Gorgas de Medicina Tropical y Eugene Eisenmann se creó la primera área protegida: Campana.

Un papel importante tuvieron los estudiosos de aves, mariposas y ranas como Alexander Wetmore, Leslie Holdridge, Gerardo Budowsky que le escribían al gobierno de Panamá que ese tesoro debía conservarse.

Este empujón científico hizo que el presidente Marco Robles y el ministro de Agricultura, Comercio e Industrias, Rubén Darío Carles, firmaran la creación de ese primer parque en 1966, luego Volcán Barú, en el 70, y así se va gestando un movimiento ambiental conforme había más panameños graduados en ciencias, y crecía la efervescencia entre los científicos afuera de Panamá por venir a estudiar su biodiversidad.

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El rasgo más sobresaliente de los ecosistemas tropicales de Panamá es su gran biodiversidad.

¿Cuáles eventos científicos influyen en el cambio de visión del espacio de bosque en Panamá?

Dos cosas importantes son claves para entender lo que pasa en los años 80.

En 1977 se celebró en Panamá, el IV Simposio de Ecología Tropical. Vino la crème de la crème: los más famosos investigadores de ecología del mundo se reunieron en el Palacio Justo Arosemena.

En esa época no había mucha relación entre los biólogos, zoólogos y ecólogos con las ciencias sociales, como quien dice, estaba cada loro en su palo. Pero en ese congreso, Pedro Galindo y Abdiel Adames, que eran las contrapartes nacionales del congreso, me invitaron a contar mi experiencia en Tonosí. Me había salido de mi marco de antropólogo para tratar de entender que la roza y quema y la ganadería que deterioraban la naturaleza, luego expulsaban al campesinado a selvas más remotas.

Vi toda una sociedad expulsada, una minoría enriquecida y muchos pobres viviendo a orilla de la carretera. Compartí mi experiencia en Tonosí ante tan ilustre grupo y con mucho susto. El doctor Frank Colley, un académico de ecología y zoología de la Universidad de Georgia, me sugirió cambiar mi tema de doctorado sobre reforma agraria diciéndome que eso era el pasado, que el futuro estaba en estudiar cómo fracasa la conquista de la selva.

El otro evento importante es que después de 57 años de estudiar la flora de Panamá, el Jardín Botánico de Missouri presenta en 1980 el inventario más completo de las plantas de Panamá. Mandan botánicos reputados a todas partes del país. Son más de 50 tomos que detallan unas 5 mil especies. Décadas después la doctora Mireya Correa, nuestra primera botánica mujer, actualiza el inventario a más de 10 mil plantas.

Empieza a gestarse una conciencia ambiental.

Mireya Correa, fundadora del herbario de la Universidad de Panamá e investigadora del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales.

¿Cómo inicia el proceso de protección por medio de parques nacionales?

En este drama de cómo se salvan los bosques del Canal, mi idea original, quizá por mi impaciencia, era que una vez se transfiriera el Canal, todos los bosques quedaban protegidos de un plumazo, pero no se pudo y hubo que luchar a pulso. Tras crearse el Parque Soberanía, logramos se estableciese el Parque Natural Metropolitano, el eslabón
más al sur de los bosques del canal. Al revertir las bases militares de Albrook y Clayton logramos establecer Camino
de Cruces, el eslabón intermedio. En 1985 se estableció el Parque Nacional Chagres, salvaguardando las selvas de las cabeceras de los ríos Chagres, Pequení y Boquerón y esa decisión compró el seguro de vida del canal.

En las décadas de 1970 y 1980 un pequeño grupo de técnicos y planificadores pensábamos qué hacer para que los bosques de la cuenca no cayeran, quizá ya no por la ganadería, sino por otro tipo de desarrollo, como chimeneas, estacionamientos. El problema era que no teníamos una respuesta económica, yo no podía decirle a la audiencia de los foros como CADE, cuánto valía un bosque y el tema del agua no estaba en la ecuación aún. El doctor Monte Lloyd, de la Universidad de Chicago, hizo mucho por esto. Él había estudiado los grillos en la Isla Barro Colorado, por 17 años y amaba a Panamá. Él me hizo ver el valor extraordinario e incalculable de que el país mantuviera sus bosques. Este genio me invitó un día a una cerveza HB y patacones y me sorprendió con esto: – Stanley, tu sabes ¿cuánto se queda un turista en Panamá?

-Tres días, le dije.
-Un turista amante de las aves, orquídeas o plantas se queda en un país unas tres semanas, gasta unos 3 o 4 mil dólares. Panamá tiene una oportunidad de oro en proteger los bosques a orillas del Canal porque son los más accesibles del mundo, plenos de biodiversidad. Eso va a generar a Panamá mucho más que esas industrias contaminantes.

Pedro Galindo, primer científico panameño en la Dirección del Laboratorio Conmemorativo Gorgas.

Panamá tiene 20 años de administrar el Canal de Panamá, ¿cómo ve usted los resultados de aquel esfuerzo de proteger los bosques?

Yo soy optimista cuando veo estos 20 años. Hace 30 años era pesimista, pero fui gradualmente convirtiéndome en optimista. Tenemos que hacer hoy aún más que antes. Somos todavía muy centralistas, pensamos que lo que ocurre en la ciudad y alrededores del Canal es lo único, pero así como para la región metropolitana el río Chagres es vital para los acueductos y la operación del Canal, cada provincia tiene su río y sus hijos, los coclesanos, los hijos de Chiriquí, los de Los Santos, son los que deben velar por sus ríos, allí es donde los centros regionales universitarios son los llamados a capacitar a una masa crítica de hidrólogos y de especialistas en suelos, que son los que van a tener que lidiar con la supervivencia de los ríos.

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