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Independencia, Panamá y el gran Caribe: miedo y sociedad (1791-1821)

Poco ha sido expuesto sobre lo que era el contexto social en los años previos y subsiguientes a la independencia de Panamá de España. Para el conocimiento de nuestra historia vinculada al bicentenario, conversamos con la doctora e investigadora Patricia Pizzurno, quien se refiere al contexto social previo y posterior a ese momento.

Patricia Pizzurno
Patricia Pizzurno

Ella se ocupa en explicar el porqué del atraso del Istmo en sumarse al movimiento independentista. El libre comercio, el contrabando, y las actividades mercantiles desarrolladas por los criollos a partir de 1808, así como el temor a la represión por parte de las tropas, son algunas de las condicionantes que señala como importantes para entender el proceso.

La investigadora trae al contexto la revolución de Haití como elemento regional y cómo el miedo retrasa el rompimiento de los lazos con España. No perdamos de vista que este marco de agitación social es parte de Panamá y condicionante del proyecto de construcción de una vía para la comunicación interoceánica.

¿Cómo era la situación en Panamá y la región en los años previos a la independencia de Panamá de España?

La independencia fue un movimiento de la élite criolla de la capital, de las cabezas gestoras del comercio que, astutamente, compraron la deserción de las tropas realistas en el momento oportuno para garantizar el menor daño colateral, sin olvidar que la paralización del flujo mercantil influyó poderosamente en la toma de decisiones. La historia oficial de este período la construyó Mariano Arosemena, años después de los sucesos. Se trata de la narrativa blanca, criolla, elitista, “de adentro”, que inventa y monopoliza la “epopeya” y la define como “el actomás grandioso de la historia de la vida social del país”, mientras minimiza la participación de más de la mitad de la población, “los de abajo”, el arrabal, la gente y los espacios olvidados de nuestra historia con una rica tradición de resistencia.

En otra oportunidad deberíamos referirnos al interesante movimiento de Los Santos del 10 de noviembre, liderado por otras élites.

¿Puedes describir el clima social que se respiraba en el Istmo?

No puedo abordar lo social sin introducir la dimensión de lo emocional. Si tenemos en cuenta que, como observa Alfredo Castillero, en 1790, la población de la ciudad de Panamá era de 7,700 habitantes, y de los cuales apenas 862, (11.1 %), eran blancos, entenderemos a qué me refiero al hablar de lo emocional.

El miedo fue la emoción rectora, el gran arquitecto de lo que ocurrió en Panamá, por lo menos desde las últimas décadas del siglo XVIII hasta 1821 e incluso después. Miedo de los criollos a un levantamiento cruento de las castas como ocurrió en Haití a partir de 1791, cuando los “Grands Blancs” murieron a manos delosnegros.Miedoalasrepresaliasdelejército realista si se unían a los patriotas, como ocurrió en Cartagena y Santa Fe. Miedo a perder los bienes y los privilegios, al vacío de poder, al desorden, a que la pueblada ingresara en los territorios exclusivamente reservados para los blancos.

El escenario debió ser aterrador para la élite y de alguna manera esperanzadora para las castas de Santa Ana. Las frecuentes menciones que hace Mariano Arosemena cuando escribe que “el pueblo”, “demanda”, “impone”, “exige”, pone de manifiesto la tensión existente. Sin duda, los criollos debieron mirar al arrabal con mayor desconfianza que nunca. Eran tiempos peligrosos. Si a ello le agregamos la presencia del funcionariado español en pugna con el Cabildo y del ejército en su doble condición de defensor de la élite (ante el arrabal) y amenaza (si se unían a los patriotas), podemos imaginar que la tensión debió haber sido brutal.

¿Cuál es la relación de las élites panameñas con el Caribe y los movimientos independentistas que allí ocurrieron, y cómo influencian el proceso de independencia del Istmo?

La revolución haitiana fue un factor determinante para comprender lo que ocurrió después de 1791. La ciudad de Panamá estaba fuertemente vinculada al Caribe por el intenso comercio que se realizaba con Jamaica, que era el gran conector Caribe-Pacífico. Mi propuesta es que Haití marcó un antes y un después en las frágiles relaciones con la gente del arrabal, porque a partir de entonces, los “de adentro” comprendieron que el peligro era real y que las tropas españolas eran las únicas capaces de garantizar su seguridad contra un levantamiento de los mulatos y los negros. La revolución haitiana incendió el Caribe insular y costero, empoderó a los negros, aterrorizó a los blancos y su onda expansiva alcanzó territorios muy lejanos, como señala Michael Zeuske.

Mi tesis es que en esos tiempos revueltos, el miedo demoledor de los criollos a morir a manos del pueblo corrió parejo con el terror de ser masacrados por las tropas españolas si daban un paso en falso.

Háblenos sobre el papel de los negros mestizos y mulatos en la consolidación del movimiento independentista.

Acá sí hay más preguntas que respuestas, porque la falta de fuentes documentales asfixia cualquier intento de investigación en este sentido. Lo que sí puedo afirmar es que no debemos llamarnos a engaño pensando que el arrabal, un espacio de conflicto por excelencia, se mantuvo casi inactivo por estos años.

Tampoco debemos incurrir en el error de pensar que abrigaba una sociedad homogénea y solidaria. No era lo mismo ser un oficial de las Milicias de Pardos Libres, un miembro del clero (que también habían mulatos), un comerciante de fortuna, un maestro artesano, que un simple jornalero o un boga del Chagres. Santa Ana fue un espacio de resistencia latente, de tensión, tanto a lo interno como en la ciudad blanca. A medida que más esclavos fueron adquiriendo su libertad, su anhelo de promoción social y económica llevaron a aumentar los puntos de conflicto. Desde mediados del siglo XVIII, los libertos que alcanzaron una relativa fortuna, comenzaron a exigir cada vez más prerrogativas, así como el ingreso a espacios reservados exclusivamente para los blancos, para lo cual contaron, en ocasiones, con el apoyo de la Corona.

¿Cuál fue la estrategia para incluir a los del arrabal al movimiento independentista?

No estoy segura si podemos hablar de inclusión o de formas de neutralización. Mariano Arosemena señala que para llevar el mensaje de independencia al arrabal, recurrieron a los maestros artesanos de “más influjo en el pueblo”, a quienes llama “ciudadanos”, entre los que menciona a Basilio Roa, Felipe Delgado, Abad Montaser, Juan Antonio Noriega, Manuel Luna, Fernando Guillén, Bruno Agüero, Juan Berroa, Manuel Aranzasugoitia, Salvador Berrío, José Manuel Rodríguez, Alejandro Méndez, Guillermo Brinis, Manuel Llorent, José Manuel Escratín, entre otros. Estos “pronunciaban discursos entusiastas y alimentaban el espíritu de independencia y de libertad”.

Me asaltan muchas preguntas que no sé cómo responder, pero que quiero formular para que podamos explorar estos territorios y mirar en nuevas direcciones: ¿Qué sucedió a lo interno del arrabal durante estos años? ¿Fueron las castas espectadoras pasivas de los tejemanejes de los criollos y del alto funcionariado español? ¿Qué entendía la gente del arrabal por independencia, libertad, igualdad? ¿Libertad para qué y de quién: de los españoles, de los criollos? ¿Existía para el pueblo diferencias entre unos y otros, o para ellos eran todos los blancos? ¿Cómo entendían Mariano Arosemena y los suyos, la libertad y la igualdad en relación con las castas?

Para entender mejor el momento, tenemos que tener claro que los criollos panameños que eran librecambistas y compartían algunas ideas ilustradas, se independizaron de España para obtener mayor representatividad en el Gobierno, en la toma de decisiones y en más libertad de comercio, pero no para alterar el sabio ordenamiento social impuesto por España. Por eso, la decisión de abolir la esclavitud demoró treinta largos años. El modelo era los Estados Unidos, donde la esclavitud había resistido incólume a la proclamación de que todos los hombres nacen iguales, con derechos inalienables como la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

La historia de la gente de abajo, con identidades subalternas asignadas desde el poder, merece una relectura que quizás nos permita demostrar que “esta alterada sociedad de castas”, como la llama acertadamente Alfredo Figueroa, se mantuvo en permanente agitación durante el período preindependentista y fue también un agente de cambio. Pero para ello, necesitamos rescatar nuestra documentación dispersa en archivos extranjeros. Sinceramente, creo que esa sería la mejor conmemoración del Bicentenario.

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