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Historias que vuelan

Entre los meses de octubre y noviembre, los cielos del Istmo se llenan de una comunidad de visitantes viajeros. Se […]

Entre los meses de octubre y noviembre, los cielos del Istmo se llenan de una comunidad de visitantes viajeros. Se trata de la más grande migración que tiene lugar en el hemisferio. Son millones de aves que viajan 12,763 kilómetros, por tierra y agua desde el lejano Canadá, hasta los parajes australes de Tierra de Fuego en Argentina. En los cielos panameños y sobre el cerro Ancón, las aves rapaces conocidas como el Gallinazo Cabecirrojo (Cathartes aura), el Gavilán Aludo (Buteo platypterus) y el Gavilán de Swainson (Buteo swainsonii) son contadas por atentos, acuciosos ojos expertos, también panameños.

“Mi nombre es Domi Alveo y nací en el Valle de Antón. Siempre me gustó la naturaleza y tengo la oportunidad de trabajar con grupos observadores de aves, particularmente con la Sociedad Audubon. Tengo 17 años de estar observando las aves en migración, con un récord de avistamiento de dos millones de aves sobrevolando el cerro Ancón. El cerro es particularmente importante porque las aves se desplazan por columnas de aire termales. El aire caliente se produce en tierra firme, aquí en el cerro. Las aves van desde Norteamérica hasta Suramérica. Tenemos el privilegio de ser uno de los pocos lugares del mundo donde este fenómeno natural tiene lugar: incluye Kèköldi (Costa Rica) como el sitio más emblemático, además de Veracruz en México, cerro Ancón en Panamá, Eilat en Israel y Batumi en la República de Georgia. Somos especiales en el mundo”, termina diciendo Alveo.

Las aves han migrado por siglos y hay registros de este fenómeno desde que los europeos llegaron al territorio americano.

Probablemente, este gran viaje sucede desde el momento en que el Istmo emergiera del fondo oceánico hace millones de años. Es único, especial y milenario.

Gallinazo
Gallinazo Cabecirrojo Cathartes aura

Las aves en su épico viaje se desplazan sobre tierra firme, principalmente por el fenómeno de producción de aire caliente. “Muchas se quedan en áreas de Centroamérica, otras en los llanos entre Venezuela y Colombia, y otras en Panamá”, nos dice Ovidio Jaramillo, egresado del Instituto Comercial Panamá, y otro de los voluntarios de la Sociedad Audubon, quien desde el 2005, ayuda en el conteo de aves migratorias.

El paso de las aves migratorias es monitoreado por sociedades observadores de aves en todo el continente. Velocidad del viento, temperatura, visibilidad, especies avistadas y dirección del vuelo son las informaciones que se registran.

“Contamos las aves de paso, entre las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde. Regularmente, se cuentan por cerca de ocho horas. La información se comparte en un sitio web, y sirve para analizar los patrones migratorios, números de individuos y toda la información científica que permita reportar el fenómeno”, explica Domi.

El reporte de aves se anuncia desde que parten de Norteamérica por toda la ruta continental. El istmo de Panamá, que es la parte más estrecha del hemisferio, tiene una importancia enorme. Los bosques de la región interoceánica son clave en la protección de aves. “Los Parques Nacionales, Soberanía, Chagres y los bosques del oeste del Canal son vitales para el albergue, refugio y fuente de alimentación de estos visitantes voladores en migración”, destaca Ovidio Jaramillo.

El sol cae sobre el Canal, y mientras los voluntarios observan el horizonte, llega el momento en el cual los visitantes alados descansan de su viaje. Domi y Ovidio observan con una sonrisa de satisfacción: “Ya los viajeros cansados se acomodan para posarse sobre los bosques al oeste del Canal”, amplían.

Somos privilegiados en Panamá de observar este espectáculo. Sin los bosques de la Cuenca, este fenómeno migratorio continental no sería posible. Tenemos una obligación con la conservación de todos los bosques existentes en el país. Conservar es una expresión de hospitalidad. Cuando veamos las grandes espirales de aves sobre los cielos del Canal, estaremos presenciando un evento único que tiene lugar aquí, y particularmente sobre el cerro Ancón. Visita al cerro para compartir este momento especial de la biodiversidad.

“Las aves viajeras, todos los panameños y el Canal, necesitan de los bosques, y debemos aportar a la conservación y divulgación de las maravillas que nos ofrecen”, concluyen Domi y Ovidio.

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