Si preguntamos a personas próximas a nosotros si Panamá es un país donde abunda el agua, todos dirían que sí, tanto así que nos cae del cielo, a cántaros. Tanto así que algunas veces se inundan calles y avenidas; y en esos eventos de intensa precipitación, algunas veces hasta causan daños.
Pero, consideremos que desde el inicio de los tiempos, o desde la creación, toda el agua del planeta es la misma, puesto que no tenemos forma de traer agua de otros planetas ni “producir” más agua. Entonces, cuando nos damos cuenta o confirmamos que esa cantidad finita la compartimos con toda la población mundial, de aproximadamente 7,500 millones de personas y en franco crecimiento, es fácil entender el concepto que el agua en sí es un bien escaso. Presentado este concepto de bien escaso, la realidad es que Panamá es un país bendecido por la abundancia de agua; incluso los lugares más secos de nuestra geografía tienen un régimen de precipitación aceptable, que a mi criterio, permite el desarrollo de todas las actividades humanas con relativa facilidad.
Pero, sin agua, la vida en nuestro planeta no podría darse como la conocemos hoy. Tan simple como eso. Y para poner las cosas en perspectiva, el agua como elemento de vida, no tiene sustitutos.
Entonces, ¿es posible valorar el agua de forma correcta y lógica? La primera respuesta que me viene a la mente: es un asunto complicado. Llego a esta conclusión porque cuantificar exactamente el valor del agua es complejo, dado que generalmente valoramos los beneficios que conllevan el acceso al agua, pero no el agua en sí. Esto porque siendo el agua fuente de vida, el valor de esta última es incalculable.
Por ejemplo, todos sabemos que una propiedad que tiene agua con suministro eficiente tiene mayor valor que otra que no tiene acceso al agua o que tiene suministro intermitente. Pero es la propiedad la que estamos valuando como resultado del acceso al agua de una ubicación versus otra, pero no valuamos el agua directamente en este ejemplo.
Ahora, es importante mencionar que precio y valor aplicados al agua no son sinónimos. El precio es el monto que pagamos por el consumo del agua, indistintamente de su valor. Si nos enfocamos en el precio, éste debe ser el resultado de sumar el costo de todos los esfuerzos necesarios para conducir, potabilizar, garantizar su calidad como potable desde la planta hasta el usuario, para el repago de las inversiones y el mantenimiento de toda la infraestructura y esfuerzos requeridos para que ocurra la “magia” de ver salir agua por el grifo al momento de abrir la llave. Es decir, el precio del agua es el costo de todos los esfuerzos por depurar y hacer llegar el agua con los atributos que la hacen potable hasta el usuario final.
Otro enfoque, que también podemos calcular, es el valor económico del agua. Este es posible computando el valor agregado de las operaciones que este insumo permite en la industria, la navegación, el turismo, la generación hidroeléctrica y la agroindustria.
Dados todos los tipos de aprovechamiento que damos al agua, surgen dudas sobre el buen uso de este recurso, o si el aprovechamiento que se le está dando es óptimo y en todo caso, equitativo. Por esta razón, es necesario que se le asigne un precio de intercambio a este recurso, que permita autorregular a los diferentes usuarios de este bien común. Algunas veces se requieren mecanismos de ajuste para lograr objetivos específicos, cuando los precios asignados no logran alcanzar mediante la autorregulación una distribución equitativa, igualitaria e inclusiva sobre el aprovechamiento que este recurso requiere, dada su importancia.
En nuestro caso, si computamos los pagos al Tesoro Nacional que aportan las operaciones del Canal, estamos seguros que el valor económico de la vía interoceánica es significativo, el cual se ha utilizado para financiar indirectamente aspectos que impactan la vida de los panameños, en todos los rincones de nuestro país.
Si bien es cierto, ese impacto es real en lo económico y en lo social, quienes vivimos aledaños a las operaciones del Canal recibimos en nuestras casas, fresca y directamente de la Cuenca Hidrográfica, eso que nos permite la vida y tiene un valor intrínseco inconmensurable: el agua.
Es interesante: no podemos llevar nuestra casa al Canal, pero el Canal sí llega todos los días en mayor o menor medida, a los hogares de miles de panameños.