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El sueño del pongo 

Siempre hemos dicho que nuestro Canal es indefendible, porque lo cierto es que la neutralidad, aunque sea nuestra primera línea de defensa, tenemos una segunda, nuestra historia de éxito bajo el modelo panameño. Sobre esto, nos ha faltado un esfuerzo adicional como país el canalfabetizar un acumulado cercano al 70% de la población que no conoció la gesta de 1964, ni vivió la transferencia del Canal a manos panameñas en 1999. Decía Ignacio Ramonet en su obra pensamiento único que en una sociedad mediatizada la repetición se vuelve demostración, y el aparato mediático ubicado mucho más al norte de nuestro continente, intenta justificar un nuevo posicionamiento geoestratégico tan agresivo que grita más alto, pero menos claro, generando mayor incertidumbre y pocas respuestas, no importa que diga Panamá, parece que su internet es más rápido y su banda más ancha.

Entonces defender la institucionalidad democrática de nuestro Canal, presupone el conocimiento de nuestra historia de progreso que se antepone ante cualquier pretensión de soslayar lo hasta ahora alcanzado y aunque para muchos suene a cliché, cuando estamos bajo ataque, la neutralidad política no existe, principalmente si la fuerza mediática crece y los mensajes se popularizan en la cultura general del panameño o norteamericano promedio.

Como en el sueño del pongo, se requiere del restablecimiento inmediato de la justicia, la reparación de un daño que cometió el hacendado contra su protagonista. Cuando nos colocamos en una colina y lanzamos con el viento a favor plumas cual declaraciones ligeras, y que nos desacreditan como país, una vez identificamos que es mentira, será difícil recogerlas tan pronto se dispersen en el imaginario de nuestra población.

Hoy el contexto abre la posibilidad de trabajar sobre el área gris de lo que sabemos que no sabemos para diseñar una respuesta coherente con las expectativas de los panameños, en lugar de una agenda transaccional, ya que este encuentro histórico de amor y odio entre dos países amigos, se podría asemejar a un conflicto de parejas, que en lugar de cambiar de pareja, requiere un cambio de relación, lo que nos lleva a preguntarnos ¿Será que la vieja forma de vincularnos no se adecúa a los nuevos escenarios geopolíticos? ¿O de que los viejos textos tratados ya perdieron su contexto? Pero al final ¿quién es el que requiere cambiar de relación, ellos o nosotros?

Como los hechos son hechos, independientemente del ojo del observador que los interpreta, la evidencia de que sentimos que el Canal nos pertenece es abrumadora y lo hemos administrado con determinación, solo basta mirar la relación en la fórmula norteamericana de 85 (años) = 1,878 (millones) vs la panameña de 25 (años) = 28 mil  (millones) o la contundencia del año fiscal 2024 que no admite comparación frente a 1 (año) = 2,470 (millones) de aportes directos del Canal; ni mencionar en valor presente el éxito de la operación basada en un modelo de negocios inédito que a la fecha ha acumulado más de 4 mil tránsitos en cuatro meses, aumentando 25.04% el número de tránsitos en comparación con el mismo período del año fiscal 2024. Pero como la ignorancia vuelve osados algunos TikTokers ilustrados, podemos escuchar voces disonantes de que la administración de la vía acuática por los norteamericanos nos sería más conveniente, sin detenernos a pensar que si algún secretario de Estado no quiso ver los resultados del programa de la ampliación del Canal se podría interpretar como un golpe al ego representado en el pequeño saltamontes que supera a su maestro.

Por esto como el sueño del pongo en la justicia poética propuesta en la obra de José María Arguedas, en 1965, entre el amo y el siervo, nos da nuevas luces sobre el valor de entender que nuestra reivindicación nacional es un proceso continuo que no se detiene, y que supera los paradigmas trasnochados de centro y periferia, por relaciones con ahora socios comerciales (Estados Unidos, España, Japón, Países Bajos, Costa Rica, Alemania, y China)  y, como hechos de solo una vez en la historia Republicana un enero de 1964, una firma en 1977 o de la transferencia en 1999, reivindican actos puros de valentía que en Panamá ocurren cada día y que requieren de  la construcción de un discurso colegiado que nos blinde ante los ataques mediáticos, como respuesta a una narrativa que intenta socavar nuestro prestigio como nación libre, capaz e independiente.

Como en los años 90 los diálogos Panamá 2000, cerremos filas para decidir con autonomía y bien sobre el mejor destino de nuestro Canal. Hoy la historia nos convoca nuevamente a convertir las nuevas embestidas que pesan sobre nosotros en una oportunidad de reafirmar el éxito de un cuarto de siglo de administración sobre el recurso estratégico más valioso con el que contamos los panameños, nuestro Canal.

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