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El dilema de las negociaciones

El presidente de los Estados Unidos, frente a un grupo de simpatizantes, se sincera. Menciona la cantidad de muertos como resultado de los disturbios. Señala que no se abandonarán sus “intereses de defensa nacional” en la zona en conflicto. Recalca que es un problema del que ya han sido partícipes tres presidentes y del que se espera encontrarle ya una solución. El presidente es Gerald Ford. Corre el año 1976 en Peoria, Illinois, y el tema en cuestión son las negociaciones en curso de los nuevos tratados concernientes al Canal de Panamá. Lo que no sabe Ford es que Panamá se convertirá en uno de los temas políticos más importantes del próximo año.

Panamá en los años 70

Con menos de 2 millones de personas, un crecimiento de 1.6 % anual, un nivel de analfabetismo de 20.7 % en las ciudades y 33.6 % en el interior, Panamá se encuentra en uno de los periodos más convulsos de su joven historia, en una región, de por sí, extremadamente convulsa. El gobierno del general Omar Torrijos Herrera, es visto con recelo por la Casa Blanca, en gran parte debido a sus constantes flirteos con países y movimientos de corte izquierdista. Torrijos tiene como sus dos principales metas, que francamente se complementan, las de modificar el tema de la soberanía panameña y mejorar el ideario de nación.

Tal vez, el más importante mérito que se le puede atribuir a Torrijos fue el de tornar el alcance de las negociaciones para la soberanía panameña, de una lucha entre una potencia y un pequeño país centroamericano, a una de alcance global.

Por ejemplo, al entrevistarse con Fidel Castro, Mariscal Tito y Juan Domingo Perón, así como lanzar su apoyo a causas tales como las de la independencia de Belice, la imagen de Torrijos crece y, por ende, la causa panameña a un nivel internacional. Así mismo, Panamá hizo mancuerna con los líderes de países vecinos: Alfonso López Michelsen, Daniel Oduber y Carlos Andrés Pérez, presidentes de Colombia, Costa Rica y Venezuela, respectivamente, quienes brindaron un apoyo incondicional a la causa panameña.

Era algo tácito que las conversaciones entre Panamá y los Estados Unidos entrarían en una nueva fase luego de las elecciones de 1976. El nuevo presidente estadounidense  tendrá que entablar conversaciones con un gobierno que tenía como timonel a alguien con puntos de vista, características y atributos con los que ellos jamás habían tenido que lidiar.

Los Estados Unidos de América en los años 70

En 1976, Ronald Reagan, se presenta para ser candidato presidencial en las primarias del partido republicano y busca formas de atacar políticamente al incumbente Gerald Ford. Reagan carece de un tema específico que sirva de contrapeso con el que atacar a Ford, pero lo encuentra en las discusiones sobre la soberanía canalera. Su posición con relación a las ambiciones de los panameños puede ser resumida en la frase: “Lo compramos, pagamos por él. Lo construimos y nos proponemos conservarlo”. Reagan señalaba a Ford, tildándolo de ser débil frente a las demandas de Panamá, y alegaba que la Zona del Canal era similar a los estados de Alaska y Luisiana (territorios comprados a Rusia y Francia, respectivamente).

Gerald Ford, presidente de los Estados Unidos (1974-1977).
Fuente: www.cnn.com

Estas declaraciones, rápidamente desmentidas por Ford y por el Departamento de Estado, marcarían pautas para los próximos debates, tanto en las primarias republicanas, como en los debates presidenciales. El estatus de la Zona del Canal y el futuro del Canal estaban permeando más y más la conciencia colectiva de los Estados Unidos.

Todo parecía indicar que, a menos que Ronald Reagan ganara las elecciones, se firmaría próximamente un nuevo tratado sobre el Canal de Panamá. Finalmente, Gerald Ford se alzaría con la nominación republicana y los sueños de Reagan se verían truncados. Panamá y los Estados Unidos se prepararían para una nueva ronda de negociaciones. Sin embargo, muy pocos esperaban que el futuro Tratado trastocaría tan profundamente el estatus del Canal y de su Zona.

Un nuevo presidente

El 20 de enero de 1977, el demócrata James (Jimmy) Carter llega a la presidencia con una visión política que tenía la defensa de los derechos humanos como su norte.  Carter tiene una nueva visión ética de cómo comportarse a nivel internacional, y quiere dar una imagen de limpieza moral que contrastara a la administración Nixon, que se relacionaba con el caso Watergate. Las nuevas conversaciones de los tratados comienzan el 13 de febrero en la isla de Contadora y, luego, el 13 de marzo, pasan a Washington D.C. Carter sabe que tendrá un camino difícil para aprobar los nuevos Tratados. En sus memorias, él menciona que “un nuevo tratado era absolutamente necesario. Estaba convencido de que necesitábamos corregir una injusticia”.

Jimmy Carter (izq.) y Ronald Reagan en un debate presidencial.
Fuente: Winsconsin Public Radio

Finalmente, el nuevo tratado

La firma de los tratados Torrijos-Carter, el 7 de septiembre de 1977, es muchas veces visto como un ejemplo de comunicación eficaz, comprensión y compromiso; pero, llegar a ese momento conllevó una batalla que, en el caso de Torrijos, fue contra una potencia a la que él mismo no tenía la seguridad de vencer. Por su parte, Carter tuvo que librar una batalla tanto con el Congreso como con el electorado estadounidense que, en su mayoría, eran contrarios a los tratados. Esto hizo mella en su credibilidad como presidente y afectaría a largo plazo sus aspiraciones releccionistas.

El senado de los Estados Unidos ratificó los tratados por solo un voto, 51 a favor y 49 en contra. En los meses previos, los puntos a favor y en contra de los tratados fueron notables. Carter llegó a ser tan claro y conciso como para señalar que “no somos propietarios de la zona del Canal de Panamá. Nunca hemos tenido soberanía sobre ella. Solo hemos tenido derecho a usarla”, y sostenía que “Theodore Roosevelt, quien era presidente cuando Estados Unidos construyó el Canal, vio la historia misma como una fuerza. Sabía que el cambio era inevitable y necesario. El cambio es crecimiento. El verdadero conservador, comentó una vez, mantiene su fe en el futuro”.

En año y medio el tema del futuro del Canal y de su zona había, finalmente, entrado en un periodo de sosiego. Las negociaciones dejaban de ser un dilema. Las demandas de un pueblo pequeño pero orgulloso se habían, en parte, solventado. El mundo se maravillaba sobremanera. ¿Cómo pudo Panamá convencer al país más poderoso del mundo de entregar un bien tan significativo, una encrucijada marítima y militar tan importante como el Canal de Panamá a un pequeño país centroamericano? Tal vez, David McCullough, autor del libro más consultado sobre la construcción del Canal de Panamá, “El Cruce Entre dos Mares”, pueda darnos la mejor respuesta, cuando Carter, frente al Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos dijo: “Los tratados son una síntesis de la política expresada por cuatro administraciones consecutivas, Republicana y Demócrata; y nuestra presencia en Panamá tal como está constituida actualmente es un anacronismo. Más que esto, busca problemas”.

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