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El 9 de enero de 1964 y el futuro de Panamá

Discurso pronunciado por el Dr. Omar Jaén Suárez el 9 de enero de 2025 en el acto conmemorativo del 9 de enero de 1964.

Desde este altar de la patria y gracias al honor que me ha conferido el señor presidente de la República, José Raúl Mulino, me toca recordar y rendir homenaje a una gesta que marca un hito histórico excepcional. Que nos compromete a todos los panameños para enfrentar con valor y determinación nuestros inmensos desafíos y plantear finalmente un nuevo gran proyecto nacional.

Hace más de 61 años el estudiante panameño se lanzó a sembrar banderas en la Zona del Canal. Pero no se trataba de cualquier estudiante. Era en verdad un estudiante de calidad, producto de una educación igualmente de calidad que añoramos más que nunca. Ese estudiante panameño ejemplar, sometido al orden y la legalidad afronta solamente con sus banderas y su coraje a una turba de colonos zoneítas y de autoridades civiles y militares de un Estado organizado, dirigido estrictamente por leyes, el más poderoso del mundo. Estudiantes y otros panameños se enfrentaron en la Zona del Canal, a gentes que se rebelaron contra su gobierno, que manifestaban una acción contraria al temperamento y la acción del pueblo de la gran nación americana que les otorgaba sustento material y moral. El resultado de esa confrontación desigual fueron eventos violentos que se iniciaron el 9 de enero de 1964. Se produjo, ese día en Panamá, una fractura histórica y surgió una nueva era.

En este sitio emblemático que fue la escuela secundaria de Balboa, convertido ahora en el santuario de la nacionalidad panameña, depositario de valiosos documentos, libros y objetos, parte de la memoria histórica canalera, tiene lugar el desencuentro simbólico de dos culturas y de dos sensibilidades opuestas. En ese lugar nació, de manera inesperada, el germen de una nueva realidad y de un futuro que al final será extraordinario.

Aquí, estudiantes del Instituto Nacional encendieron la chispa de eventos heroicos de la historia entre dos países, con la participación también de miles de panameños y colonenses. Fueron acontecimientos con grandes impactos en el porvenir de la geopolítica regional y mundial. El resultado habrá de ser, finalmente y trece años más tarde, los tratados suscritos el 7 de septiembre de 1977 por Omar Torrijos y Jimmy Carter y sus inmensas conquistas para Panamá, para la paz entre dos naciones, la tranquilidad en el continente americano y la seguridad de la navegación internacional. Dichos tratados eliminaron desde el 1 de octubre de 1979 el enclave colonial llamado Zona del Canal y la jurisdicción extraña en nuestro suelo. Ese día se recuperó la plena soberanía panameña en todo el territorio nacional. Tratados que finalmente traspasaron el mismo Canal, sus tierras y sus instalaciones a la República de Panamá el último día de 1999. Tratados que protegen la neutralidad permanente del Canal, confirmada por numerosas potencias que se han adherido a su protocolo, y marcaron una nueva alianza entre dos potencias desiguales en poder e influencia, pero unidas por una inquebrantable amistad.

Existen los tratados Torrijos-Carter y se manifiestan sus resultados gracias a la acción de generaciones de panameños que lucharon durante décadas, al sacrificio de los mártires-héroes de enero. Y a la actitud patriótica y valiente del presidente Roberto Francisco Chiari Remón, el único en la historia de Latinoamérica que rompió relaciones con la gran potencia del norte aún en contra de sus intereses personales y empresariales. Su gesto heroico obligó al gobierno de Estados Unidos a sentar sus representantes con los del gobierno panameño desde 1964 para resolver por la vía de la negociación pacífica el problema existencial de Panamá a causa de la presencia, desde 1903, del Tratado Hay-Bunau Varilla. Lo hicieron durante trece largos, tortuosos y pacientes años para arribar a entendimientos formales, los Tratados Torrijos-Carter, que han hecho posible, además, la existencia de la Autoridad del Canal de Panamá, guardiana de este hermoso altar de la patria.

Una idea se fue convirtiendo en aspiración y luego se hizo realidad concreta: Panamá soberana, término que más que un lema es un hecho tangible, nos ha otorgado sentido de nación, y prosperidad. Desde el 9 de enero hasta hoy, el país evolucionó notablemente, gracias en gran parte a los recursos extraordinarios que desde el 1 de octubre de 1979 tenemos a nuestra disposición. El sacrificio de los héroes y la lucha generacional nos ha dado orgullo, sentido de dignidad y recursos innumerables en tierras, en infraestructuras y en ingresos que han elevado, con desigualdad evidente, el nivel de vida en el país. Resuelto nuestro problema existencial hace ya varias décadas, debemos ahora adoptar un nuevo gran proyecto nacional.

Podemos proponernos un Panamá más equitativo y feliz, hacer que todos reciban, por igual, los beneficios del canal, como herencia también de una epopeya grandiosa. Que esos logros se conviertan en más salud, más cultura, mejores viviendas, más educación de calidad, más protección ambiental, mejores infraestructuras viales y sanitarias, más agua potable, un mayor ordenamiento territorial, más empleos verdaderamente productivos. Que produzcan el ajuste del excesivo tamaño del Estado, justicia idéntica para todos y una institucionalidad reforzada.

Todo esto se resume en mejor calidad de vida, en especial para aquellos panameños, que son multitudes, menos provistos por un sistema que los excluye y margina, y mayor respeto de Panamá por parte de la comunidad internacional. Muchos aspiramos a la “refundación de la República” mediante una buena reforma constitucional, proyecto ya propuesto.

Debemos ahora luchar porque el sacrificio de los héroes-mártires de enero de 1964 nos anime, nos impulse y nos ayude a resolver de manera revolucionaria el más grave problema que arrastra nuestra sociedad, de cuya solución depende enteramente nuestro porvenir. Se trata, por supuesto, de la educación. De una educación de la más alta calidad, plenamente racional, totalmente laica y realmente moderna que compita bien en el ámbito internacional.

Educación que forme primero mejores docentes, estudiantes y ciudadanos pensantes, responsables, conscientes de sus derechos y de sus deberes, imbuidos de los valores del humanismo y dotados de las mejores herramientas de la ciencia y de la tecnología.

Nuestro compromiso por lograr una democracia liberal aún mejor, más equitativa, próspera y feliz, será el más rendido homenaje a los héroes-mártires de enero de 1964 y servirá para saldar la deuda de gratitud que tenemos los panameños de las generaciones que hemos disfrutado y continuaremos haciéndolo del resultado de su sacrificio.

Ahora solo nos resta recordar con cariño esas gestas patrióticas y difundirlas en todas las aulas escolares para que no se olviden sus protagonistas y se honren apropiadamente sus héroes históricos. Para que se fortalezca el sentimiento cívico que se hinca en el rico pasado nuestro y se proyecta al venturoso porvenir que construiremos todos como seres humanos libres, responsables, respetuosos de la ley que debe adoptarse siempre para resolver reales problemas nacionales y no hecha a la medida de intereses particulares.

Nada ni nadie podrá quitarnos ninguna de las conquistas que logramos gracias a la gesta de enero de 1964 y su resultado final en los Tratados Torrijos-Carter. Por ello, debemos ser particularmente vigilantes y esforzarnos cada vez más, como ciudadanos y como patriotas. Debemos, con un liderazgo al fin comprometido, enfrentar con las armas de la inteligencia y de la sensatez los enormes desafíos que hemos acumulado y que todavía frenan nuestro desarrollo verdadero, la posibilidad de fabricarnos un nuevo gran proyecto nacional. Con unidad y vigor, con tenacidad y honestidad, lo haremos, así como lo hicimos gracias, primero, a los eventos de enero de 1964 que recordamos hoy con respeto y gran emoción.

MUCHAS GRACIAS

El autor es geógrafo, historiador, diplomático, negociador de los Tratados Torrijos-Carter.

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