Una sociedad democrática debe ser construida por sus propios ciudadanos, y para que sea realmente democrática, debe ser educada y próspera. Una sociedad solo puede ser próspera si provee a sus miembros acceso a información en cantidad y con la misma calidad para todos. Ya sea que se trate de un país o de un contexto organizacional, el poder del conocimiento y no del capital, es clave como garantía de su perdurabilidad.
En este marco, toda organización productiva que busque ser ambiental y financieramente sostenible, debe tener capacidad de anticiparse, porque ver después no vale y el que no avanza retrocede.
Esto, porque tanto los países como los ecosistemas empresariales modernos deben moverse y adaptarse al ritmo de la velocidad del cambio, en un mundo que estima que el conocimiento general del planeta se renueva cada 73 días, gracias a la interconectividad, fibra óptica, la nanotecnología y la internet de las cosas, entre otros.
Así, el elemento clave no es la disponibilidad de capital, sino el uso intensivo del conocimiento como resultado de volver el dato disponible en información y este, en conocimiento útil para la toma de acciones de elevado compromiso educativo, ambiental, económico y financiero, también llamada economía del conocimiento.
Por lo expuesto, las ventajas comparativas se apoyan más en el uso competitivo del conocimiento y de las innovaciones tecnológicas, principalmente los aportes de la inteligencia artificial (IA) y de la llamada economía del conocimiento. Bajo esta óptica podríamos definir la inteligencia artificial como: la combinación de algoritmos planteados con el propósito de crear máquinas que presenten las mismas capacidades que el ser humano. Stephen Hawking dijo: “Cada aspecto de nuestras vidas será transformado por la Inteligencia Artificial”, y podría ser “el evento más grande en la historia de nuestra civilización”.
Caso Panamá
¿Pero, qué tan preparados estamos como país? un diagnóstico reciente, otorga una calificación de 5.1 en el Índice de Preparación Gubernamental para la IA, que coloca a Panamá en la octava posición de la región.
Indica, además, que aproximadamente 61 mil empresas registradas en el ecosistema empresarial presentan un entorno débil para la aplicación de sistemas de IA y a pesar de que el país prepara científicos en esta materia, en algunas instituciones académicas no se cuenta con un entorno favorable para su desarrollo, ni tampoco hay una estrategia.
Es así como para lo que se veía como un espejismo en el horizonte, llegó el gran nivelador: Covid-19. En el campo de la salud pública, plataformas con nombres familiares como Ester, Rosa y Paco, nos dicen que podemos reinventarnos como sociedad apoyados en la inteligencia artificial, lo que no es nuevo; antes se había hablado de telemedicina, teleradiología, pero quizás por un problema de recursos o de voluntad, se produjo la muerte súbita de estos grandes proyectos.
Pero, no hay mejor idea que aquella a la que le ha llegado su tiempo. No podemos solo ser reactivos, y operar porque la crisis lo demanda, debemos anticiparnos, y estos escenarios de predictibilidad en 2019 eran futuristas e idealistas hasta que llegó la hecatombe y redescubrimos que la necesidad de la supervivencia humana nos coloca a la altura de cualquier reto.
Para llevar el tema de la IA a un correlato empírico en alguno de sus ámbitos de aplicación, a inicios del año 2019, el Foro Económico Mundial, en Davos, Suiza, presentó el informe Inteligencia Artificial y Economía Circular, que reforzaba la necesidad de que la gestión ambiental avanzara hacia la incorporación de plataformas de mayor impacto en la formación de nuevas relaciones con la naturaleza basadas en evidencia.
En este sentido, y con fines de conservación ambiental, en la Cuenca Hidrográfica del Canal de Panamá se ha introducido algunas prácticas en el uso de tecnologías que se apoyan en la IA como lo es el monitoreo remoto de la cobertura vegetal, la vigilancia de plantaciones, zonas boscosas, identificación de incendios forestales, crecimiento de asentamientos humanos y el uso de drones, que hacen más eficiente el trabajo y permiten tomar decisiones sobre una situación actual y predecir tendencias.
En el corto plazo, apoyados en el internet de la cosas y plataformas que facilitan la teledetección, se podrá realizar el monitoreo satelital de calidad y cantidad de recursos hídricos, tanto superficial como subterránea, y sus fluctuaciones. También el monitoreo y vigilancia de la Cuenca y de su exposición a riesgos relacionados a fenómenos extremos recurrentes, tales como inundaciones, sequías, contaminaciones accidentales y la resiliencia poblacional como medida de adaptación.
En 1970, Alvin Toffler definía en su obra El Shock del Futuro, como la desorientación producida por su llegada prematura, en donde la tecnología era el motor, el acelerador y el conocimiento, su carburante. Pues el futuro ya está aquí. Por esto, en un mundo que evoluciona cada vez más rápido, las sociedades del conocimiento que procuran dar el salto cualitativo hacia la IA no solo serán financiera y ambientalmente sostenibles, sino que serán más capaces de desarrollar ciudadanos en organizaciones preparadas para adaptarse rápidamente a situaciones cambiantes, generando propuestas innovadoras.
El autor es especialista en Protección Ambiental del Canal de Panamá..