La Humildad es una pequeña comunidad enclavada entre las colinas del corregimiento de Ciricito en Colón. Durante años, sus habitantes dependían de pozos artesanales y fuentes naturales para abastecerse de agua, un recurso que escaseaba especialmente durante el verano. Sin embargo, todo cambió con la llegada de un acueducto rural impulsado por el Canal de Panamá, que no solo le brindó acceso a agua potable, sino también una mejora significativa en la calidad de vida.
Aquilino González, presidente de la Junta Administradora de Acueductos Rurales (JAAR), recuerda con claridad los tiempos antes del acueducto: “Antes se usaban pozos artesanales, los cuales cada familia debía cargar agua en la mañanita o en la tarde.
Hoy, con el acueducto, la calidad de vida ha mejorado mucho. Se maneja con paneles solares y beneficia a toda la población”, comentó.
Este proyecto de agua potable no solo solucionó un problema de acceso, sino que también cambió la rutina diaria de los habitantes. Diana Soto, vicepresidenta de la junta del acueducto, señala la importancia de contar con agua directamente en sus hogares.
“Los niños que iban a la escuela antes tenían que cargar el agua el día anterior para poder bañarse en la mañana. Ahora, abren el grifo y el agua está allí”, explicó Soto.
El desarrollo de este sistema no fue tarea fácil. Rodolfo González, del equipo de Gestión Socioambiental del Canal de Panamá, destaca que la comunidad aún enfrenta retos, pero también hay mucho potencial. “La Humildad tiene potencial para diferentes proyectos, desde sistemas fotovoltaicos para la escuela hasta programas de educación ambiental. Hay oportunidades para que la comunidad siga avanzando”.
Carlos Becerra, de la Fundación Natura, fue parte del diseño del sistema que, ante la falta de suministro eléctrico en la comunidad, optó por una solución innovadora.
“Decidimos incluir un sistema de paneles solares con su banco de baterías para garantizar el funcionamiento de la bomba sumergible. Este sistema garantiza que el agua llegue al tanque de almacenamiento y que la presión se mantenga estable”.
Finalmente, Efraín Castillero, ingeniero de campo del proyecto, compartió las dificultades que enfrentaron para encontrar el agua adecuada para la comunidad.
“Tuvimos que hacer varias perforaciones hasta dar con un pozo a 200 pies. Hicimos pruebas bacteriológicas y fisicoquímicas, y ahora la calidad del agua es excelente, libre de patógenos”.
El proyecto en La Humildad es más que solo infraestructura; es un ejemplo de cómo la colaboración entre instituciones y la comunidad puede traer soluciones sostenibles que impactan directamente en la vida diaria de las personas.
“El agua nos ha traído más higiene en la escuela”, destaca Luz Martínez, maestra de la escuela multigrado. “En estos niños veo futuros profesionales que ayudan a su comunidad”, señaló.